Vicente Balbás Capó (1864-1926 ) nació en Ponce, y fue uno de los últimos administradores y co-dueño de la Hacienda Destino de la Sucesión Pedro Juan Capó ubicada en el barrio Jauca de Santa Isabel. Residió en Ponce, San Juan y Nueva York. Al igual que su padre Casiano Balbás Nieto (ex-alcalde de Santa Isabel) fue periodista, político y gran defensor del régimen español. Fue diputado de Puerto Rico en las cortes españolas en 1896. Tuvo un duelo con Luis Muñoz Rivera porque este último lo ofendió en escritos sobre la ley de herencia de Puerto Rico. Balbás era esgrimista y Muñoz salió herido.
Durante la Guerra Hispano-americana Vicente organizó un batallón de voluntarios. Cuando los norteamericanos intentaron imponer la ciudadanía norteamericana fue uno de los 288 puertorriqueños que se negaron a aceptarla y fue el primero en ser juzgado por eso.
Se opuso también a que los puertorriqueños sirvieran en el ejército norteamericano en la primera guerra mundial. Muchos historiadores lo consideran el primer independentista rebelde, en la historia de Puerto Rico, que desafió a los Estados Unidos.
Balbás Capó salió absuelto y se fue a Nueva York a luchar conta el gobierno de Estados Unidos. En 1922 regresó a España donde lo recibieron como héroe. El corresponsal del periódico ABC en Nueva York escribió esta nota sobre su regreso a España que fue publicada en ese periódico en junio de ese año.

ABC en Nueva York
La vuelta del diputado
Don Vicente Balbás Capó vuelve a España. Vuelve personalmente, que en espíritu nunca salió de ella. Va a reanudar, viejos lazos de amor y patriotismo. Balbás es uno —el primero— de aquellos 288 hijos de Puerto Rico que se encuentran hoy, sobre su propio suelo, sin patria legal y sin ningún derecho, como si la justicia se hubiera esfumado al conjuro fatídico de uno de los más tristes errores que se cometieran en nombre de esas mentiras convencionales que en la Historia se llaman Civilización y Altruismo. Balbás es el augusto representante de esos 288 patriotas sin patria que con su cívica protesta mantuvieron subsistente, e indestructible ya, la personalidad del pueblo de Puerto Rico, y con ella el sagrado atributo de la ciudadanía de Puerto Rico.
Mientras aliente uno solo de esos 288 ciudadanos puertorriqueños, el pueblo de Puerto Rico vivirá ante la historia, para eterno baldón de los que aún le niegan. Con el último superviviente de esos beneméritos patricios, si antes no se logra la independencia absoluta de la isla borinqueña, morirá la última esperanza de liberación del pueblo de Puerto Rico. ¿Comprendéis así, lectores, la importancia de la representación espiritual que a España lleva D. Vicente Balbás Capó?
Balbás encarna la protesta del pueblo de Puerto Rico contra la soberanía de los Estados Unidos sobre aquella isla que nunca quiso ser norteamericana. Balbás, que hace veinticinco años era diputado a Cortes por Puerto Rico en el Congreso de España fue, desde entonces, el más español de los hispanos de América. Su palabra y su pluma consagráronse a España, y cuanto más español se proclamaba, más portorriqueño se sentía. Que no sólo él, todo Puerto Rico es hoy, espiritualmente más español que lo fue nunca. Y Balbás fue perseguido, acusado, procesado por el gobierno de los Estados Unidos. Pero al fin fue, absuelto por los mismos tribunales de ese mismo gobierno, que no quiso atreverse una injusticia más. El batallador rebelde se vino a Nueva York, y desde el propio Nueva York se dedicó a combatir la política de los Estados Uñidos desde su periódico La Gaceta y desde toda tribuna donde le permitían hablar. Y así dijo y escribió cuanto se propuso. Pero se encontraba materialmente secuestrado en este país. Como portorriqueño, podía recorrer todos los rincones de los Estados Unidos sin que nadie le pusiera obstáculos, como podía ir desde aquí a Puerto Rico y volver de Puerto Rico aquí. Nada más. Porque si deseaba salir de los dominios necesitaba un pasaporte del gobierno norteamericano, al que Balbás no reconoce autoridad sobre éí, de los Estados Unidos, necesitaba y había de jurar o prometer fidelidad a ese gobierno.
No sé cómo habrá salido Balbás de Nueva York. Sólo sé que se embarcó en el transatlántico Berengaria con rumbo a Inglaterra, y que, desde luego, no llevaba pasaporte norteamericano. ¿Qué Gobierno amigo le habrá facilitado el pasaporte? No lo quise averiguar. El caso es que el antiguo diputado español vuelve a España. Se detendrá en Inglaterra, se asomará a Alemania, pasará por Francia, ¡y a Madrid!
El día que Balbás pise de nuevo el recinto del Congreso de los Diputados, donde su voz resonara tantas veces v donde aún la recordarán no pocos amigos de otros tiempos, seguro estoy de que las lágrimas nublarán los ojos de este hombre, ¡tan hombre!, y que a su garganta apretaráse un nudo…
Miguel De Zarraga, Nueva York, Junio 1922
